No tenéis ni idea de lo duro que se hace escribir estas líneas para quienes siempre hemos considerado la obra de Akira Toriyama un referente de la cultura pop y una embajadora del manga y el anime más allá de su tierra de origen, Japón. Pero antes de proseguir con la "disección", vamos a ponernos en antecedentes.
Dragon Ball (más conocido en España como Bola de Dragón) es un manga creado por Akira Toriyama que fue editado por entregas en la revista semanal Shõnen Jump entre 1984 y 1995. A su arrollador impacto mediático en su país de origen le siguió la posterior exportación al resto del mundo, de ahí que se le considere una de las series anime más universales y un referente dentro del medio editorial siempre que se hable de manga; no en vano, sigue generando millones en cuestión de ventas y productos de merchandising en casi todos los países del mundo.
La trama gira alrededor de su protagonista, Son Gokuh, y su viaje para reunir siete bolas de cristal de las que se dice tienen extraños y fenomenales poderes mágicos. Por el camino se irá encontrando con un variado elenco de carismáticos y entrañables personajes y un sinfín de malvados villanos empeñados en hacerse con las codiciadas bolas. Toriyama escribe así un divertido manga de aventuras que trata temas tan universales como la amistad, las artes marciales y el afán de superación, seguramente la razón por la cual el éxito de Dragon Ball trascendió más allá de sus fronteras. Sin embargo, no todo fueron halagos y palabras bonitas: la violencia y otros contenidos considerados no aptos para menores de los que hacía gala le valieron más de una sanción en forma de censura y retirada de escenas en algunos países (por ejemplo, España). En cualquier caso, su éxito era ya imparable. Varias generaciones de chavales disfrutamos de las aventuras de Son Gokuh y sus amigos en casi cualquier extensión de la obra original (la serie de animación, videojuegos, figuritas, álbumes de cromos, etc.), y así llegamos al verdadero motivo de este post...
Los directivos de una avispada productora de cine y televisión llamada 20th Century Fox (más famosa por su división encargada de realizar series para televisión, como Los Simpson, House, Expediente-X o Lost) vieron el potencial de la franquicia para realizar una serie de películas de imagen real, y no tardaron en hacerse con sus derechos. Se frotan las manos mientras piensan en los beneficios que otras franquicias de aventura y fantasía han cosechado para otros estudios (como El Señor de los Anillos de Aurum/Columbia Pictures o Harry Potter para la Warner). Pero ay, el resultado final ha dejado muchísimo que desear: a la cantidad de problemas que tuvieron que hacer frente desde los primeros compases del proyecto se unieron desaveniencias creativas con su director, James Wong (un hombre de la casa que había trabajado antes en algunos episodios de Expediente-X, y en películas como Destino Final o El Único), y todo ello acompañado siempre por el descontento y la repugna de los fans de la serie, que con cada nueva muestra o avance del proyecto no podían dar crédito a lo que estaban viendo.
Aún así, tras una producción accidentada no exenta de problemas internos y el intervencionismo de la propia productora, se estrena Dragon Ball Evolution en los cines de todo el mundo en Abril de 2009. Y el resultado, como ya adelantaba, ha sido un despropósito monumental. La trama de la película es simplona, absurda y muy acelerada (apenas llega a los 80 minutos, en los que se pretenden condensar demasiadas cosas), los personajes poco o nada tienen que ver con sus homónimos de la serie original e incluso los efectos especiales (algo a lo que pretendieron dar mucho bombo desde la propia Fox) son muy, muy malos. Respecto a este último apartado, además, existe el agravio de que en un principio se dio un presupuesto falso que rondaba en torno a los 100 millones de dólares, pero más tarde tuvieron que rectificar y admitir que, en realidad, apenas se había llegado a los 45 millones. Esto se traduce en unos FX muy pobres y mal conseguidos, pero lo verdaderamente ofensivo es que otras producciones de serie B con un presupuesto más bajo han quedado mucho mejor. Lamentable es decir muy poco, y eso sin entrar en profundas comparativas con la serie original.
En resumidas cuentas, Dragon Ball Evolution es un mal producto por el que no merece la pena pagar por verlo. En Novel Mundo entendemos que, si se va a adaptar un material tan bueno, hay que tomárselo mucho más en serio; ejemplos recientes de que se pueden hacer bien las cosas los encontramos en la resurrección de la franquicia Batman a cargo de Christopher Nolan, o los films de Hellboy realizados por Guillermo del Toro para diversos estudios (éstos últimos cuentan también con el hándicap de una estética visual muy difícil de adaptar, pero con la diferencia de que los resultados finales sí han sabido estar a la altura). E incluso mucho más cercanas en el tiempo, tenemos 300 y Watchmen, del director Zack Snyder, las cuales aparte de saber adaptar estupendamente los productos originales, han conseguido una estética visual muy impactante (justo lo que demandaba la obra de Toriyama, vaya).
Naturalmente habrá diversidad de opiniones, y desde Novel Mundo os emplazamos a que la veáis y juzguéis por vosotros mismos (nada como el criterio personal de cada uno para poner las cosas en perspectiva). Estamos convencidos de que, cuando se pone mimo y tesón en un producto (al margen de los posibles beneficios y ganancias), ambos quedan reflejados en el resultado final; por tanto, en este último batacazo comercial que hemos presenciado no se da el caso. Hay que tener cuidado con lo que se nos intenta vender, ahí fuera.